Jeffrey Sachs, profesor de la Universidad de Columbia, considera que abrir nuevas áreas para la explotación del mineral puede ser riesgoso para el país y advierte que el cambio climático colombiano es un asunto que no puede ser pasado por alto.
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Jeffrey Sachs, profesor de la Universidad de Columbia. Foto: Yomaira Grandett |
Cuando Jeffrey Sachs habla, la gente lo escucha. Así sucedió este
jueves en Cartagena, cuando el profesor de la Universidad de Columbia en
Nueva York y director del Instituto de la Tierra, se dirigió a los
delegados que asisten a la Convención Bancaria.
En su intervención, el experto internacional tocó temas como la
pobreza, la innovación o la desigualdad, pero hizo sobre todo énfasis en
el cambio climático, al cual Colombia debería prestarle mucha atención,
en su concepto.
Por su trabajo en este campo, el académico fue informado de que es el
próximo recipiente del prestigioso premio Planeta Azul que le será
entregado en Tokio en octubre. Sobre este y otros temas, Sachs habló en
exclusiva con Portafolio.
¿Cuál es su visión de la economía global?
Como un todo, es el periodo más normal desde 2008, porque las cosas
están volviendo a su cauce. Pero hay una gran incertidumbre, y es cómo
Europa maneja la crisis griega. Frente a esto hay decisiones muy
importantes que tomar.
Considero que sería un error si Grecia es forzada a salir de la Zona
Euro, pues habría repercusiones negativas no solo en el Viejo
Continente, sino en todo el planeta.
¿Qué tanto le debería preocupar a Colombia la crisis griega?
Si Grecia cae en una moratoria de su deuda -algo que puede pasar si
Alemania sigue con una postura intransigente-, no sería solo una crisis
nacional, sino que se extendería a la Zona Euro. También habrá unas
presiones sobre otros países que son percibidos como débiles en esa
región, porque cuando se tiene presión en una unión obligatoria y uno de
sus miembros sale o se pone en riesgo, se afecta la confianza. Europa
es uno de los tres centros de la economía global y se está desempeñando
relativamente mal. La recuperación empezó el año pasado, pues el Banco
Central comenzó a actuar en una forma más coherente. No obstante, un
escenario como el que describo generaría tempestades que se sentirían en
todas partes, incluyendo a América Latina.
¿Qué otros elementos destaca de lo que pasa a nivel global?
El resto del mundo está creciendo a una tasa razonable. Asia se ha
desacelerado, pero China todavía avanza al 7 por ciento. En cuanto a la
caída en los precios de las materias primas, ha afectado a países
exportadores como Colombia, pero no es un gran choque en todo el
planeta.
En general, las políticas monetarias de los bancos centrales son
expansivas y por eso las condiciones de liquidez se mantendrán vigentes.
Las acciones están en niveles de precios altos. Hay un montón de
negocios, con compras, fusiones y emprendimientos, de manera que no creo
que estemos en una crisis, sin desconocer la situación de Grecia. Pero
si se adoptan políticas sensatas y modernas, la economía global
recuperará el rumbo en el mediano plazo.
¿Qué le inquieta?
Sobre todo los asuntos de largo plazo: el cambio climático, la pobreza
extrema, la inequidad. No son temas macro ni se resuelven de un año a
otro, ni tampoco en una década.
El mundo está negociando tres grandes acuerdos en los próximos meses,
uno es para el desarrollo financiero sostenible, otro es la adopción de
metas en crecimiento sostenible y el tercero es una negociación sobre
cambio climático, que es importante para cambiar la perspectiva global.
De todas maneras, la situación no es tan mala y creo que en el largo
plazo hay retos, pero también oportunidades.
¿Comparte la impresión de que América Latina perdió sus años de esplendor?
La región crece más lento porque los términos de intercambio se
deterioraron, pues es el mayor exportador de alimentos y minerales del
mundo. Esos precios habían estado en niveles récord durante la última
década, pero las supercondiciones ya no están, porque las cotizaciones
de las materias primas cayeron, y el crecimiento alto de China –que
sobrepasó el 10 por ciento– no va a volver.
Pero en conjunto, soy optimista frente a la región y considero que esta
no es proclive a caer en una crisis profunda. En la última década se
han hecho avances en inversión y en educación, pero hay preocupaciones,
como pasa con la situación política en tres de los grandes países:
Brasil, Argentina y Venezuela. Al tiempo, Chile, Colombia, Ecuador,
Perú, la mayoría de Centroamérica y México tienen asuntos estructurales
para resolver, pero han sido bien manejados y deberían seguir
progresando.
¿Cuáles son los desafíos?
La estructura productiva debe depender menos de los bienes primarios y
tiene que ser más diversificada y basada en la tecnología. Después de un
boom de materias primas, que fue muy importante es claro que ahora no
se está sintiendo muy bien, pues los presupuestos se han apretado. Hubo
muchas buenas noticias en la región en el pasado reciente y si bien ya
no son tantas, soy optimista todavía.
¿Por qué el cambio climático es prioridad?
Es un tema clave. Nuestras investigaciones muestran que es un asunto
que debe tomarse en serio porque existen muchos riesgos, como que el
nivel de los océanos está aumentando. Pero ha sido difícil enfocarse en
eso, porque hay otros factores que despiertan más interés. Aunque no es
fácil llegar a consensos, el reto es encontrar nuevas formas de hacer
negocios, organizar las ciudades y generar energía en forma distinta,
favoreciendo fuentes limpias y renovables.
El carbón es el tercer producto de exportación de Colombia...
Existe consenso en que hay muy poco futuro para el carbón. No es algo
inmediato pero pasará. Es una gran preocupación, y solo se mantendrá si
se crean tecnologías para utilizarlo en forma limpia. Creo que abrir
nuevas áreas para la explotación de carbón será riesgoso para el país,
incluso desde el punto de vista netamente financiero. Colombia debe
estar alerta de que el mundo se moverá lejos del carbón. Eso está
pasando en Estados Unidos, que es el mayor socio comercial colombiano.
Si Colombia no tiene futuro en carbón y sí en otras energías, ¿a qué se refiere?
Hay potencial en energías renovables. En el país buena parte de la
generación es hidroeléctrica y hay muchas oportunidades de desarrollar
nuevos proyectos en la zona andina. También debo mencionar posibilidades
en geotermia, al igual que en energía eólica y solar en el Caribe. Eso
requiere evaluaciones ambientales muy profundas, pero no dudo de que las
posibilidades están ahí.
¿Cómo hacerlo?
Le sugiero al Gobierno que haga un estudio serio con los mejores
científicos e ingenieros del país sobre las fuentes de energía
renovables, qué se puede hacer para usarlas, y cómo se pueden almacenar
lo que se genere.
Una buena ingeniería es el siguiente paso pero, como hay riesgos, es
necesario combinarla con expertos en clima. De todas formas, el futuro
es prometedor e incluso Colombia puede no solo proveer su propia
energía, sino que puede ser un exportador muy importante. Para hacerlo,
la tecnología existe y aunque aún no es comercial, en algunos años podrá
serlo. Menciono por ejemplo la opción de capturar el dióxido de carbono
y producir combustibles líquidos que no sean fósiles, sino sintéticos.
¿Cómo ve la lucha contra la pobreza sobre la que tanto ha escrito?
Nadie tiene una varita mágica para hacer que todo el mundo pase a
pertenecer a la clase media en el 2030, pero sí se puede reducir la
pobreza extrema a cero. Y ese debe ser el foco porque esa es la pobreza
que mata: cuando no se tiene acceso al agua potable, a la alimentación
básica, a la salud. Y esto tiene que acabar, para lo cual se requiere
voluntad.
Eventualmente, las fuerzas del mercado deberían hacer desaparecer la
pobreza extrema, pero eso tomaría décadas porque muchas de esas personas
ni siquiera hacen parte del sistema de mercado. Por eso señalo que no
hay que depender del crecimiento económico para realizar las tareas que
hagan falta. No es fácil porque muchos de los ricos no están de acuerdo
en destinar algo de sus recursos para eliminar la miseria, pero es un
tema de voluntad porque al final de cuentas no es algo que puedan
resolver los economistas y ni siquiera el Papa. Esta es una obligación
moral de la humanidad.
O sea que no se trata de dinero...
El problema no es el dinero, aunque claro que se requiere y hay mucho
disponible. Creo que al menos el 1 por ciento de los recursos del
segmento de altos ingresos bastaría para lograrlo, pero eso no es fácil
de lograr. Me impresiona que en las sociedades más prósperas es más
fácil conseguir fondos para la guerra, que al final no deja nada, que
para este propósito.
La inequidad está creciendo en el mundo y Latinoamérica ha mejorado pero todavía le falta mucho...
Mirando el coeficiente de Gini, que es el mejor indicador individual,
se ve que en los países escandinavos este es de 0,3, mientras que en
Colombia supera el 0,5 y en Estados Unidos está entre 0,45 y 0,5 por
ciento, lo que es alto para un país de ingresos elevados.
La estrategia es preguntarse si un niño que nace en un hogar pobre
tiene oportunidad de avanzar en la escala social o si va a ser pobre. En
Estados Unidos la respuesta es que sí hay una alta probabilidad de que
quien nace pobre se mantenga pobre.
¿Qué se puede hacer?
El acceso a nutrición y educación para cada niño es el punto de
partida. Y si no se tiene todo lo que uno desea, al menos un mínimo de
buena educación secundaria y alguna formación adicional. De lo
contrario, los únicos trabajos disponibles no serán suficientes para
salir de la pobreza. Esto es resultado de otras inequidades en mercados,
en calidad de vida, en poder político. Hay que preguntarnos cómo
veremos a la sociedad en quince años. En Suramérica las cosas han ido en
la dirección correcta, especialmente porque la gente de origen pobre
puede acceder a mejor educación, pero como un todo la calidad del
sistema educativo no es buena y hay muchas brechas en esa materia.
¿Eso explica el rezago en innovación?
Cuando uno mira las comparaciones internacionales, América Latina no
ocupa un lugar alto. Las diferencias son grandes en materia de
matemáticas y ciencias con los países asiáticos. Hay una gran tradición
en esta región de producir buenos artistas, literatos y diplomáticos,
pero no científicos ni ingenieros. Los profesionales sobresalen en otros
campos. Y la innovación comienza con las ingenierías.
¿Cuál es su visión sobre Colombia?
Este es un país que quiero mucho. Tiene mucho potencial, es diverso,
cuenta con varias ciudades grandes que pueden ser de clase mundial y él
ha estado bien manejado por años, con gobiernos que han sabido lidiar
con crisis muy complejas.
Pero la paradoja es que si bien es uno de los países más moderados de
la región en términos políticos, ha sido el que ha tenido la violencia
más profunda en su historia. Y eso no es excusa porque la mayoría de
problemas que uno ve aquí están en otras naciones. Todos los esfuerzos
que se hagan para mejorar en este frente, serán un gran impulso para el
país.
¿Cuál puede ser el dividendo de la paz?
La paz siempre va a tener dividendos, empezando por la disminución del
sufrimiento a nivel individual, que es incuantificable. En el plano
económico, Colombia había sido vista como peligrosa para la inversión y
esa imagen ha cambiado marcadamente en la última década. No obstante, si
el conflicto acaba como producto de una negociación vendrá un impulso
enorme. Eso atraería a muchas empresas de afuera que verán las
posibilidades que tiene una nación diversa con un mercado interno que es
importante.
Ricardo Ávila Pinto
Director de Portafolio
Director de Portafolio
url: http://www.portafolio.co/economia/entrevista-jeffrey-sachs-explotacion-mineral
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